Exposición de pinturas de Rafael Úbeda en el Ayuntamiento de Coruña
Coruña, 19 de abril de 2012
La Sala de Exposiciones del Ayuntamiento de A Coruña,
presentó la exposición de pinturas de Rafael
Úbeda Piñeiro, (Pontevedra, 1932). La
presentación de la exposición fue realizada por
Dª Ana María Fernández Gómez,
Concejala de Cultura, y por Miguel Fernández y
Fernández, almirante y pintor.
La muestra de pinturas de Rafael Úbeda podrá
visitarse hasta el 3 de junio de 2012.
Sala de Exposiciones del Ayuntamiento de A Coruña
Praza de María Pita
A Coruña
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Entras en el mundo de Rafael Úbeda, ya sea en su estudio ya en la galería, y te invade la sensación de estar invitado a una fiesta en la que por todas partes está Rafael, apasionadamente desangrado en rojos heroicos, derramado en naranjas luminosos, disuelto en pálidos azules fugitivos, envuelto en soles, resuelto en lunas, estremecido en acordes. Va y viene rodeado de tiernas criaturas que vagan por mundos soñados, de personajes torturados por vicios incurables, por aficiones indescriptibles, reflejados con brío disfrazado de ternura, con pasión templada por la comprensión y maneja pinceles como espadas, colores como bálsamos, colores como pócimas estimulantes, clarinetes y violines, chelos y timbales, rostros y manos, manos que acarician, consuelan, acusan, tocan un piano, tañen un instrumento, manos que se alzan y escapan hacia el cielo.
En cada cuadro, enigmáticamente toda una vida, una vida de sufrimientos, dudas, de entusiasmo y de luz, en la que asoman, como de la mano de Schuman, las profundidades del corazón humano, que es la misión del artista creador y él, como Kandinsky, hijo de su época, servidor del arte, fiel a lo eternamente artístico que pervive en todos los hombres, pueblos y épocas y se manifiesta en sus obras, ajeno al espacio y al tiempo, un artista a quién no bastan las formas puramente cubistas o abstractas, que resultan demasiado imprecisas; limitarse a ellas sería renunciar a otras posibilidades, excluir lo puramente humano y empobrecer los medios de expresión.
Entran en la fiesta sin invitación, Schönberg, Schriabin, Kandinsky, los sinestésicos que arropan a Úbeda en los esponsales de su pintura con la música, entra el artista invitado, Shostakovich, reclamando un cigarro con urgencia, del brazo de García Abril y son recibidos por múltiples y delicados arpegios y configuraciones tímbricas; entra Bacon, arrastrando su torturada obsesión y se rinde perplejo ante los rojos en clave de sol, ante la gestualidad vital de Úbeda; se abren paso Picasso, Gris, Feininger, Manolo Valdés, Álvaro Delgado y, algo rezagados, Robert y Sonia Delaunay. Rafa se siente vagamente orgulloso de su presencia, orgulloso de la música que le ha inspirado y de la pintura que ha visto y admirado y cuyas herencias le han conformado como pintor. Rafael siente, sabe bien, que él también está contribuyendo, a su vez, con su esfuerzo creativo a ese acerbo de enorme valor para la humanidad que es la cultura universal, porque la de Rafael es una vida monumental consagrada al arte, con una fe inquebrantable en su trabajo, con la mirada puesta, sin separase un ápice, en lo que siempre supo que quería ser y hacer.
Hoy se envuelve Rafael en una capa de vaga nostalgia y se asoma a su balcón ante el mar en la cálida tarde de primavera en Samieira. Puede que un violín flote sobre las olas o vibre, llore y se estremezca sobre el lienzo."
Miguel Ángel Fernández y Fernández
La Graña, 3 abril 2012