Macía inaugura el verano en el Méndez Núñez presentando una colección donde una vez más, el autor focaliza sus espacios cromáticos en lo que ve desde su ventana en O Carme, los bodegones y la Plaza do Campo. Fidelísimo a sus encuadres reiterados, explora todos los caminos de color que lo identifican en su decidido expresionismo figurativo, cada día más reconocible, más fácilmente identificable con su paleta, con sus personajes bajo la lluvia de la Rúa Nova, las Naturalezas Muertas de su estudio, sus vistas del Lugo de la Tinería y la Catedral desde su nuevo balcón de la Ronda.
Atendiendo a las distintas líneas de investigación estética que ha desarrollado en su ya larga trayectoria, cabría pensar que cada vez con mayor fuerza conservadora se podría quedar encerrado en el éxito de esos espacios que reitera casi incansablemente. Éxitos indiscutidos y crecientes. Pero en esta exposición pareciera intentar sacarnos de esa idea fijista e incompleta de su actividad. No en vano es un pintor con una honda formación académica, y por ello, o junto a ello, es que sabe de la importancia del ejercicio, de la calistenia, del rastreo de todas las sendas del bosque creativo. Y como demostración indudable de su capacidad proyectiva nos presenta al protagonista fundamental de su fiesta expositiva en la sala Almirante: su cuadro “Lugo monumental”… y nos convence.
Las nuevas posibilidades perceptivas o comunicativas de esa obra nos ubican en lo que Jacques Derrida podría utilizar para la explicación de que en todo texto, o en todo autor, es posible hallar la doble textualidad, o lo que él llamaba “la lógica del suplemento”. Veamos. Macía en este cuadro descompone fragmentariamente su Lugo clásico, y nos lo entrega como una unicidad de color, un puzzle cromático formidable, sin traicionarse ni abandonar su expresionismo figurativo, sin perder la objetividad y el parentesco con el resto de sus elaboraciones. Sin salirse de madre consigue demostrar que no existe una limitación interpretativa de la “otredad”, de ese afuera que describe de acuerdo al momento, al ánimo, a la intuición cromática que siente como pintor. Nos informa de que un autor no pierde coherencia cuando cambia de lentes, cuando emplea otra mirada.
Sostiene Macía en esta exposición- 2009 que sus intuiciones creativas (niega las especulaciones racionalistas) son las mismas en sus cuadros más populares, que en las de mayor complejidad. No ve discontinuidad en sus paseos por la Rúa Nova o sus bodegones, con las dislocaciones deconstructivas donde analiza la misma realidad, aunque con distinta mirada. La visita a esta exposición por eso, y por la valía reconocida del autor, es ineludible.
Desde los principios del XX en que distintas grafías y textualidades se entrecruzaban en la disposición de las obras, desconcertando a los dogmáticos del continuismo, es cuando aparece esa doble vía del expresionismo, que ahora practica el maestro Macía. Cada cual es libre de entender el espacio de la realidad, y transmitirnos sus ensayos…y dependerá de nuestra imaginación o sensibilidad el apreciar esa comunicación visual que nos ofrece el pintor. La alternativa que nos regala Macía no obliga. Está ahí y es una oportunidad de indagar en sus estratos semántico-creativos. También se puede, naturalmente, recorrer la sala en un paseo de placer…y dejar las reflexiones para los garitos de la crítica…, Croce lo recomendaría.
Manuel Álvarez Prieto, Julio de 2009