Eduardo Baamonde: Melancromías
Eduardo Baamonde, nacido en Vilalba (Lugo) pero que ha hecho de Cambados, donde vive y trabaja desde hace veinticinco años, su casa, es un artista inquieto y versátil, de brillante personalidad.
Licenciado en Historia del Arte y Museología, lector infatigable y poseedor de una memoria insuperable, es un creador excepcionalmente dotado que para dar paso a su desbordante fantasía se inicia desde muy joven, como autodidacta, en la práctica del dibujo y la pintura. Ha realizado más de cincuenta exposiciones individuales desde que comenzara a exponer a comienzos de la década de 1980 y ha obtenido múltiples galardones a lo largo de su carrera, especialmente, en la modalidad de pintura rápida un género que practica con asiduidad en los últimos años. Profesor de dibujo en el IES Vilalonga (Sanxenxo), se ha interesado también por otras disciplinas artísticas, como el muralismo, el diseño gráfico y la ilustración, siendo autor de varios libros infantiles.
Pragmático y nihilista, Baamonde siempre apostó por la figuración e indagando a través de ella, obra a obra, nos presenta su particular universo estético. Son visiones figurativas, aunque entretejidas con lo metafísico y lo onírico, que con pincelada exacta y exquisita y un estilo inconfundible nos acercan a la profunda sensibilidad del artista. Sus trabajos, en los que ha ido progresando y expresando importantes variaciones, como no podía ser de otro modo en quien tiene a la pintura como esencia, se nutren de sus propias vivencias, pictóricas y literarias, sus viajes y experiencias, presentándonos espacios profundamente simbólicos en los que evoca mundos desintegrados, en ocasiones aislados, con los que alude al caos de nuestras vidas, la decepción y el desencanto.
A través de una reflexiva evolución, Eduardo Baamonde exterioriza sus sentimientos con un trabajo depurado y de una gran exigencia plástica y conceptual, para recrear un universo de formas próximo al Realismo mágico y alusivo, siempre, a la existencia humana. Ahí se inscriben sus paisajes fantásticos, plagados de artefactos en posiciones imposibles, arquitecturas en equilibrio inestable, cajas o juguetes abandonados; las series que dedica a las islas y faros, en la que reproduce imágenes irreales extraídas de su particular cartografía mental, de profundas connotaciones simbólicas, o los expresionistas retratos y las obras en las que plasma a individuos aislados o excluidos por el capitalismo y a aquellos a los que él bautiza como Capitoles, personajes hieráticos tocados con ornamentados sombreros de altísima copa, que representan a los poderosos, los encantadores de serpientes que han llevado a nuestra sociedad a la ruina y la degradación.
Profundo estudioso de la pintura y del potencial que esta tiene como medio de denuncia, invita al espectador a reflexionar con su obra, se compromete con nuestra sociedad y con su mirada crítica, en clave metafórica, nos alerta sobre la deshumanización que sufre el ser humano en el convulso mundo actual.
Poco a poco, aquellos seres antes carentes de identidad han ido afianzándose progresivamente llegando a ser, en la serie Melancómicos, los auténticos protagonistas del espacio que ocupan. Provocadores y expresivos, plenos de madurez como la que, tras treinta años de intenso trabajo, alcanza el artista, sus personajes, alejados de la configuración clásica del retrato, se presentan envueltos en color, en el personal y rico universo cromático del pintor, que él define como Epicromía, y en espacios neutros, descontextualizados, lo que nos permite reflexionar ahora sobre la propia imagen humana. Estas figuras, como siempre en Baamonde, delimitadas por gruesas líneas de contorno que evidencian su maestría como dibujante, muestran un carácter escultórico y estático y se presentan con sus peculiares y llamativos sombreros, chisteras y vestimentas reflejando estados como la melancolía, la soledad o el distanciamiento y, entre ellas, el pintor llega a representarse a sí mismo como observador e intérprete de las múltiples facetas que ofrece la realidad.
También su particular visión figurativa de exacerbado realismo y profundo sentimiento poético se manifiesta en la serie de acrílicos en los que plasma imágenes urbanas o rurales, ahora sí tomadas de la realidad y en muchas ocasiones, fruto de su asidua y exitosa participación en concursos de pintura rápida por todo el país, realizadas en una sola sesión. Son trabajadas composiciones de vibrante atmósfera, definidas por el uso de planos enfrentados, sofisticadas y artificiales luces quebradas y cromatismo expresionista, en muchas ocasiones desiertas y otras humanizadas con personajes aislados, meras sombras, que pueblan el paisaje sin comunicarse entre sí.
Magnífico conocedor del oficio de pintar y trabajador incansable es casi imposible separar la imagen de Eduardo de la de sus lápices, rotuladores y pinceles, que le acompañan allá donde va y se convierten en sus compañeros imprescindibles. Artista curioso y analítico, dibuja incansablemente poblando sus cuadernos con apuntes de ciudades, monumentos, de rincones que le atraen por una luz, un volumen o una forma, personas en sus quehaceres cotidianos, continuando así con la tradición marcada por Mariano Fortuny, aquel audaz y moderno pintor catalán que a mediados del s. XIX puso de moda entre los artistas españoles el llevar siempre consigo la caja de pinturas como principal instrumento de trabajo, aproximándoles a la pintura al aire libre, pero también a la dimensión moderna del boceto, la belleza de lo inacabado y la visión lumínica de las formas.
Baamonde domina la muy difícil técnica de la acuarela y es la transparencia de los pigmentos diluidos y la frescura del trazo que ésta permite la que prefiere para plasmar muchos de sus apuntes de caminante. Pintura libre en su más pura expresión, con la que colabora habitualmente en la Web de Urban Sketchers y que dio lugar también a la publicación de una excepcional serie de cuadernos de viaje dedicados a zonas íntimamente ligadas a su vivencia personal como Santiago, la Mariña de Lugo, Val do Salnés, O Grove y Cambados. Una ingente labor por la que fue finalista en el III Certamen de libros de viaje convocado por Geoplaneta en 2011 y por la que también fue seleccionado para participar en la XIII Biennale de Carnet de Voyage de Clermont Ferrand en 2012.
Observando a través de su certera mirada monumentos, paisajes, ciudades y lugares que él ha recorrido en su camino, los cuadernos de viaje de Eduardo Baamonde retoman y perpetúan la tradición gráfica y viajera de Fernando Brambila, Humboldt, los Goncourt, Turner, Delacroix, Gauguin, Picasso o Hopper, pero también y, en clave gallega, la de los románticos Jenaro Pérez Villaamil y Ramón Gil Rey.
Mª Ángeles Tilve Jar
(Conservadora do Museo de Pontevedra)
© Eduardo Baamonde