Bodegones a la acuarela de Manuel Gandullo
En la tradición pictórica, la acuarela ha tenido habitualmente una consideración de género aparte, consideración nada pertinente, si tenemos en cuenta que los resortes técnicos –especialmente en los últimos años- no han sido más que pretextos irrelevantes en la renovación de aquélla, mucho menos importantes, desde luego, que la mirada conceptual. Acuarela, lápiz, acrílico u óleo, por ejemplo, no dejan de ser, percepciones anecdóticas a la hora de afrontar la labor en mayúsculas del pintor, cuyo rol, desde el punto de vista de la expresión, está por encima de tal o cual modalidad, porque, en definitiva, de lo que hablamos es de pintura. Y esto sucede cuando nos acercamos al trabajo de Manolo Gandullo, heredero, sin duda, de la vieja guardia romántica en la tradición del paisajismo, esa asunción vivida del mismo como un auténtico estado del alma.
Antón Castro