Imperiosamente Corcino
Es muy extraño encontrar en nuestros días un artista tan completo como Oscar Corcino que sintetiza en sus obras y estilo todo lo que se puede pedir a un gran artista: originalidad, creación, calidad técnica, modernidad, fuerza y transmisión de sentimientos.
Es casi imposible destacar alguno de los valores de este pintor porque todos los tiene en grado sobresaliente… comenzando por su originalidad, difícil si cabe en un estilo como la abstracción, en el que parece que está todo dicho. Corcino concibe su abstracta realidad de una manera orgánica, en el que yuxtapone formas imposibles combinando estructuras geométricas con formas ondulantes logrando composiciones de fortísimo impacto que no pueden dejar indiferente al espectador y sobre todo, que no recuerdan a artista alguno, son imperiosamente Corcinos… A veces las concesiones a la figuración son algo más evidentes, pero siempre tan matizadas por un gran componente onírico que las abstraíza, las aleja de la prosaica realidad y resultan rabiosamente modernas.
La pericia en el dibujo es incuestionable, y su filiación arquitectónica no es ajena a este gran dominio lineal, pero en absoluto hace sombra a la potencia del color. Decir exquisito es poco para definir su tratamiento colorístico. Todo un maestro en gamas y matices, predominan en la mayoría de sus composiciones las gamas frías que no sólo confieren una elegancia añadida al producto final, sino que parece que adquieren personalidad propia, sus azules marinos semejan de otro mundo, los rosáceos son sublimes y sobre todo destacar el talento en las veladuras, tan difíciles, que tan poco se ven en el arte contemporáneo y que singularizan especialmente su obra. Las texturas en ocasiones adquieren cierto carácter epidérmico, buscando someramente el elemento matérico, como si traspasaran el lienzo e invadieran el espacio del espectador .
Dibujo y color, los dos pies de las creaciones artísticas se complementan cual lucha titánica de elementos en el que los dos salen victoriosos...
Corcino, consciente de la gran fuerza de sus ejecuciones, no escatima en tamaños y ofrece obras de grandes dimensiones en los que la dificultad añadida aumenta si cabe el valor de su creación. Un valor incomensurable. El valor de un artista. El valor de un maestro. Imperiosamente Corcino.
María Fidalgo Casares. Doctora en Historia del Arte