Páginas web del pintor, grabador y escultor Emilio Celeiro

Texto del catálogo de la exposición en la Asociación de Artistas de La Coruña, 1969


La noche de luces y arboles penetraba el estudio.
Se leía a Sakeaspeare; se recitaba a Omar-Kayan; se discutía a Faulker y a Marlow. La tarea del día estaba hecha. Los retratos y los bodegones cobraban alma en el azul circundante.
Emilio Fernández (Celeiro contemplaba la obra reciente. fresca, de trazo vigoroso, social, plasmando el alma valientemente en toda su consecuencia.
Su juventud no admitía elogios. El camino se iniciaba él había trazado conscientemente el tiempo de trabajo y estudio.
Se le admiraba y no obstante Emilio recoge un día sus bártulos y se nos va a Venezuela.
Cara a todos los elementos que sobre o bajo de él lo distancian de Galicia, sufre y este sufrimiento transforma su ser. Ya esta en el combate.
Celeiro dibuja en lienzos de nubes o en puntillas de mar todo cuanto lo rodea. Venezuela, dolorosa como una tierra naciente, le reconoce.
Expone en los Salones Nacionales, por los años 1957, 1960, 196l y 1965.
Su obra habla fuerte, surge del cuadro y retuerce al espectador. Es un dolor de fuerza volcánica, como dijo Moisés Volpiansky. No se huye de la pintura de Emilio. Se permanece estático ante ella. El dibujo se hace carne de óleo, dolor y alegría que discurren por las profundidades del color.
Otra exposición. En Maracaibo, en el Salón D'Empaire. Sus óleos levantan elogios de la critica sincera, sin trampa. Son los años 1959, 60, G1 y 64. Se le llama genio.
Para el artista siempre es el comienzo.
Cosecha nuevos éxitos en Valencia (Venezuela), en el Salón Arturo Michelena, en la Argentina y en numerosos salones del interior de la República.
Es una larga mañana de búsqueda. La vida, este camino de llanas andaduras, de grandes escaladas, nos trae, después de once años, la obra de Fernández Celeiro a Galicia, de sombras invadidas de rumores, a su Coruña.
Y vuelve a llenarse el vacío que el artista había dejado. sin que el tiempo hubiera lacerado su voz inquieta, auténtica.
Aquí está. En sus óleos, el frescor claro de una mañana infanta todavía, flota en los azules y blancos nítidos, sobre la moderna construcción de Caracas.
Se adivina la vida en el hormigón y el hierro.
Cultura y estilo.
«El Barrio», óleo de amarga sordidez, de torres elevadas hacia un cielo de gaviotas sin grito. El alma se resigna y el amor, como una lluvia que lo penetra todo, sufre la sensación de algo sin palabras, en la visión de la cadera de blancos, sin vacilación.
«La Abuela», tinta, ¡qué nostalgias entretejidas con el hilo lino, nos descubre esta mujer en su rostro! El ganchillo trabaja recuerdos.
«Mi hija». En el dibujo de esta cabeza el artista nos muestra toda la fuerza de su amor al ser de su Sangre. Una profunda ternura de ángel florece en los ojos de la niña igualmente extraordinario, en un trabajo perfecto de clasicismo, es el dibujo de la cabeza de la esposa del artista.
Después, una melodía de tintas negras. Es la fábrica. La pieza analizada matemáticamente; la poética y fría, al mismo tiempo, realidad de la nave, donde el hombre se mantiene en ple con grandes fríos en el cerebro.
Tintas de color, muy bellas,donde el drama se distrae un poco con la tromba de rojos, azules y verdes grabados sobre blanco, sorprendente explosión temperamental. grito del artista en búsqueda desesperada, con el hallazgo de la geometría del relieve.
Plasmado el cálculo, el número, la ciencia exacta en un blanco de piezas y de rostros.
El pequeño grabado de «San Francisco», de aparente calma, mantiene un gigantesco combate consigo mismo. Aquí expresa el artista su humildad.
Y, en fin. Su obra esta expuesta y ella dirá mucho más en su favor, que el gesto de mi pluma.
Alfonso Gallego Vila